El mundo se hizo un poco más pequeño el 17 de julio de 2016.
Aquella noche, las televisiones en Perú y Serbia estuvieron informando de la misma noticia: un traficante global de drogas que había utilizado hasta 40 identidades distintas para escapar de la justicia durante años finalmente había sido atrapado.
Las imágenes del arresto en el norte de Perú eran impactantes. Zoran Mihajlović Jaksić, la mano derecha del líder del Grupo América, una organización global de narcotraficantes, intentaba ocultar su rostro de la televisión y de las cámaras de la policía. Cuatro policías locales tenían que sujetarlo para evitar que corriera. Era el gran final de una operación policial que había costado un año preparar.
A partir de miles de páginas de sumarios judiciales así como entrevistas con fiscales, policías y agentes de inteligencia, OCCRP y su centro asociado en República Checa Investigace.cz, han sido capaces de reconstruir el papel de Jaksić en esta organización criminal, sus lazos con las familias peruanas de la droga, y la labor policial que permitió finalmente su captura.
Cuando apareció por primera vez, estos investigadores peruanos ni siquiera lo estaban buscando.
A la caza de las Golondrinas
A principios de 2016, la policía peruana estaba inmersa en una operación de largo recorrido que tenía en su punto de mira a las Golondrinas, unos traficantes locales.
El nombre de la organización proviene del atrevido uso de aviones ligeros con las que trasladaban cocaína a Brasil para su posterior envío. Se consideraba un tráfico regional llevado a cabo por familias locales.
“No teníamos ni idea de que una figura de este calibre estaba implicada”, señaló a OCCRP un oficial de policía. “No tenemos ‘jugadores’ como él en Perú. Él es de la Champions League”.
La presencia en el país del Grupo América cambió la estructura en sí misma del negocio de la droga. Hasta su llegada, el comercio de cocaína en Perú estaba dominado por pequeñas familias, no por redes o cárteles internacionales.
“Los criminales peruanos se limitan a producir cocaína, por eso son los que menos ganan en el conjunto de la cadena”, dijo el investigador, que habló bajo el anonimato por cuestiones de seguridad. “Los peruanos nunca establecieron redes internacionales o contactos. Es por eso por lo que necesitan a personas como Jaksić, que hacen posible que la cocaína peruana se venda por el mundo”.
Un tipo grande en Lima
La investigación sobre las Golondrinas estaba centrada en tres familias: Rojas Vilcatoma, Medina Gavilán y Soto Cordova.
Esas familias traían cocaína de los cocaleros, la empaquetaban en bolsas baratas y se limitaban a transportarla hasta Lima para que los mayoristas la sacaran del país. En 2016, sus ventas eran coordinadas desde la prisión limeña de Lurigancho por Jorge, alias Jota, Medina Gavilán, quien pese a cumplir condena por narcotráfico seguía llevando sus negocios a través de su hermano, Fernando.
Jota no sabía que la policía lo tenía interceptado y escuchaba sus llamadas familiares. Durante una de esas llamadas, los policías oyeron que le decía a Fernando: “Hay un extranjero y quiere comprar. Lo reconocerás por su altura. Es muy alto”.
Jaksić fue presentado a las tres familias por Héctor Soto Cordova, un narco peruano que el serbio había conocido mientras cumplía una condena de cinco años de prisión tras ser detenido en 1998 por tráfico de drogas.
Luego, investigadores escucharon por casualidad traficantes hablando de Jaksić y no tuvieron problema en distinguirlo entre la multitud en una cafetería Starbucks en febrero de 2016. Con sus más de dos metros, musculoso, su cabeza calva y la palidez de su piel, Jaksić no pasaba inadvertido entre los peruanos.
Su rutina diaria facilitaba la vigilancia: de su habitación en el apartahotel Caminos del Inca, en Lima, Jaksić solía ir al gimnasio, de ahí a un restaurante y luego de vuelta al hotel.
Entender sus planes y escucharlo en sus llamadas era mucho más difícil. Jaksić usaba teléfonos públicos y sistemas de mensajes cifrados en su teléfono móvil para que la policía no pudiera interceptar sus llamadas.
Tampoco estaba la policía totalmente segura de quién era realmente aquel tipo tan grande. Jaksić usaba hasta 40 identidades diferentes, normalmente empleando pasaportes falsos de Serbia y de Bosnia Herzegovina.
Pero los policías tuvieron conocimiento por otras interceptaciones telefónicas de que quería comprar tres toneladas de cocaína.
Y supieron también que Jaksić estaba vinculado al líder del Grupo América Mileta Miljanić, un traficante de drogas que residía en Nueva York y que había enviado a su propio hijo, Petar Miljanić, y a sus socio, Nikola Stevanović, a Lima para aprender de Jaksić cómo funcionaba el negocio de la droga. La policía asignó a ambos ‘estudiantes’ un mote: Petar Miljanić fue bautizado como el ’Mudo’ ya que apenas hablaba. A Stevanović le pusieron el ‘boxeador’.
Jaksić estuvo comprando cocaína en Perú desde al menos noviembre del 2015 y, cuando sus protegidos llegaron en junio del 2016, ya había enviado un cargamento de una tonelada a través del puerto de Amberes (Bélgica).
Pero los policías solo pudieron establecer su verdadera identidad cuando una fuente en los bajos fondos les dijo que ese hombre tan grande había pasado un periodo en una cárcel peruana.
“No resultó difícil preguntar en las prisiones [por] un tipo de dos metros de alto, musculoso, calvo y blanco”, explicó el investigador. “La gente se acordó de él”.
Tras tener conocimiento del nombre de Jaksić, descubrieron gracias a Interpol que este serbio de nacimiento era buscado en Argentina, Alemania y Grecia.
El cerco
La investigación sobre las Golondrinas, que se había extendido con una serie de importantes redadas y detenciones y que la policía calificó de “megaoperación”, estaba prevista que terminara a lo grande en abril del 2016. Las autoridades peruanas invitaron a representantes de organismos internacionales en la lucha contra las drogas así como de agencias de inteligencia a acudir a Lima para la detención de Jaksić.
Pero Jaksić desapareció justo cuando la policía estaba a punto de ir a por él.
Los investigadores sólo tenían una pista: según supieron gracias a unas conversaciones interceptadas, Jaksić “se fue hacia el norte”. Sólo más tarde se dieron cuenta de que ya tenían la información crucial que les iba a llevar hasta él.
Apenas unos días antes de que Jaksić huyera, una interceptación policíal captó una conversación en Serbia. Al no disponer de un traductor en Perú, los investigadores enviaron la grabación a Estados Unidos. Aunque tardó en llegar, la traducción reveló que Petar Miljanić sabía que la policía iba tras ellos y que había llamado a Jaksić para decirle que todos tenían que esfumarse.
Los policías finalmente localizaron a Stevanović en un hotel de Lima y supieron que estaba a punto de volar “hacia el norte”, a Tumbes, una ciudad cercana a la frontera con Ecuador. Lo siguieron y ordenaron a la policía local la detención de cualquier hombre alto, calvo y blanco que pudieran ver.
En el aeropuerto de Tumbes, Stevanović le pidió a un taxista que lo trasladara a Ecuador. Normalmente, es un trayecto que no dura más de 30 minutos. La policía esperó en la frontera, pero tras tres horas el taxi aún no había llegado.
Los investigadores habían perdido a Stevanović, pero la suerte de Jaksić estaba a punto de agotarse.
Aquella noche, un tipo cuya descripción coincidía con la de Jaksić fue detenido mientras intentaba cruzar la frontera usando un pasaporte falsificado. Sus huellas dactilares coincidían con las del expediente de 1998 de Jaksić.
El hombre grande fue trasladado de vuelta a Lima para enfrentarse a acusaciones por tráfico de drogas.
En febrero de 2019, las autoridades penitenciarias peruanas anunciaron que Jaksić estaba planeando una fuga de la cárcel limeña de Miguel Castro Castro, donde estaba recluido en espera de juicio.
“El recluso tenía intención de escapar mediante una atención médica, así que para prevenir su plan hemos autorizado su traslado”, dijo Rubén Ramón Ramos, director regional del Instituto Nacional Penitenciario de Perú.
Un representante del Instituto Nacional Penitenciario dijo que Jaksić está actualmente recluido en Ancón I, una prisión de máxima seguridad más conocida como Piedras Gordas, al norte de Lima.
La prisión fue golpeada por el coronavirus, con numerosos reclusos cayendo enfermos y sin recibir ningún tipo de equipamiento de protección. En ese centro penitenciario cumplen condena prominentes presos, entre ellos un gobernador regional condenado por corrupción, así como abogados implicados en el escándalo Odebrecht.
En abril de 2019, el hombre grande fue condenado a 25 años de prisión. Las autoridades en Grecia han solicitado su extradición si alguna vez es puesto en libertad.
Pavla Holcová es fundador de investigace.cz, con base en Praga, y editora regional de OCCRP. Stevan Dojčinović es redactor jefe de la web serbia de periodismo de investigación Crime and Corruption Reporting Network (KRIK), miembro de OCCRP.