Cuando la ola del coronavirus golpeó Italia a finales de marzo, Rocco Molè, un miembro del grupo criminal de la 'Ndrangheta, se enfrentó a un dilema.
Tenía 537 kilos de cocaína en su poder, que acababan de entrar de forma ilegal por el puerto de Gioia Tauro, en el sur de Italia, controlado por su clan. Pero por el toque de queda impuesto para controlar el virus, sólo podía trasladar la droga en pequeñas cantidades hacia el norte, donde se concentran los consumidores europeos.
Así que decidió enterrar el cargamento en un huerto de limones.
Este incidente, descrito en una nota de prensa de la policía italiana, muestra las dificultades que encuentran los traficantes de cocaína, que por culpa de la pandemia mundial se enfrentan a una mayor vigilancia y a un desbarajuste de sus redes de contrabando y distribución. Pero este caso también muestra la flexibilidad que tiene este comercio, que ha logrado mantener el negocio boyante mientras numerosos sectores legales se detuvieron abruptamente o sobreviven con dificultad.
En el caso de Molè, su plan no salió del todo bien. La policía italiana, que supervisaba el respeto de la cuarentena, lo vio salir y lo siguió hasta el huerto, donde había enterrado los ladrillos de cocaína envueltos en plástico. Ahora está entre rejas y se enfrenta a una acusación de tráfico de drogas.
Periodistas de OCCRP (Organized Crime and Corruption Reporting Project) descubrieron que la industria global de cocaína, que mueve cerca de 2.000 toneladas al año y miles de millones de dólares, se está adaptando al coronavirus mucho mejor que numerosos negocios legítimos.
La industria ha mantenido sus beneficios gracias a grandes cantidades de droga que fueron almacenadas antes de la pandemia y a sus múltiples modalidades de contrabando. En Europa, los precios en las calles aumentaron hasta un 30 por ciento, aunque aún no es evidente si es por problemas de distribución o porque los vendedores se están aprovechando de los clientes confinados en casa.
Lo que es claro es que la droga sigue fluyendo de América del Sur a Europa y Norteamérica. Nuevas rutas reemplazaron a las que se han cerrado, los servicios a domicilio sustituyeron la venta callejera. Y en algunos casos, la crisis provocó un aumento de precios que beneficia a los traficantes.
En Colombia, el país con más coca en el mundo, la cuarentena y la erradicación en plantaciones han frenado parte de la producción. Las restricciones de viaje también han cerrado algunas rutas de exportación claves, como las que usan lanchas rápidas. En los grandes mercados en Europa y Estados Unidos, las autoridades aún incautan grandes cargamentos con alta frecuencia, señal de que los traficantes de drogas aún manejan un comercio dinámico.
Durante más de un mes, reporteros de OCCRP en Europa y América Latina rastrearon los decomisos, hablaron con autoridades, analistas y contactaron fuentes ligadas al negocio de cocaína.
Encontraron una industria ágil, que ya desarrolló maneras de evadir órdenes globales de confinamiento y estados de emergencia sin precedentes. En un mundo donde incluso sectores clave como el petróleo están seriamente afectados, el mercado de la cocaína prospera.
Y a medida que algunos países inician una reapertura gradual, se han generado las circunstancias para que los traficantes sean más poderosos que nunca. Con economías en dificultades y muchos negocios en ruinas, es posible que los narcotraficantes, con una gran cantidad de efectivo a su disposición, infiltren sectores aún mayores de la economía legal a precios de saldo.
“Los alijos están por todos lados”
En un principio, la pandemia afectó la producción en los países suramericanos donde se cultivan y procesan hojas de coca para fabricar cocaína. Pero eso nunca redujo el comercio porque la mayoría de las bandas de narcotraficantes han almacenado grandes cantidades de droga.
En Perú, de donde sale cerca del 20 por ciento de la cocaína que se consume en el mundo, bloqueos sanitarios impuestos por las mismas comunidades paralizaron los cultivos de coca y la fabricación de pasta base, aseguró Pedro Yaranga, analista de seguridad peruano.
“Lo que en cerca de cuatro años no pudo hacer el ente rector de lucha contra las drogas, el coronavirus lo hizo en pocas semanas”, dijo.
En Bolivia, donde se siembra cerca de una décima parte de la coca mundial, el panorama se invierte, según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC). En ese país, "la COVID-19 está limitando la capacidad de las autoridades estatales para controlar el cultivo del arbusto de coca, lo que podría conducir a un aumento de la producción”, señaló la UNODC en un informe del 7 de mayo.
En Colombia, que procesa el 70 por ciento de la cocaína mundial, el panorama es más variado. La Policía Antinarcóticos erradicó más de 1.969 hectáreas de coca en las tres semanas siguientes a la declaración del estado de emergencia que arrancó el 25 de marzo, le indicó esta institución a OCCRP.
“La percepción de la población es que [las autoridades] se aprovechan de la cuarentena y de que la gente está en la casa para erradicar [la coca]”, manifestó Jorge Elías Ricardo Rada, presidente de una asociación de pequeños campesinos en el departamento de Córdoba. “Nos quitan lo poquito que la gente tiene”, agregó.
En el Catatumbo, una región fronteriza con Venezuela, "el negocio prácticamente está paralizado", informó Giovanni Mejía Cantor, un periodista independiente de Ocaña, la principal ciudad de ese territorio. Normalmente, en la zona se siembra en un año suficiente coca para fabricar 84 toneladas de cocaína pura, pero la reducción ha sido notoria.
“Las mismas comunidades salieron a las carreteras y armaron bloqueos para impedir que la gente pasara, por este cuento del coronavirus; no están dejando pasar a nadie”, dijo Mejía, añadiendo que esto ha obstaculizado la entrada de materias primas necesarias para elaborar droga, incluyendo hojas de coca, gasolina e insumos químicos.
Sin embargo, el mayor grupo criminal del país no parece haber sufrido mucho. Los miembros del Clan del Golfo han recurrido a reservas acumuladas antes de la pandemia, así como a fincas cocaleras más pequeñas, que siguen funcionando y no requieren mucha mano de obra.
El bastión del Clan del Golfo se sitúa en Urabá, en el noroeste de Colombia, una región estratégica cerca de plantaciones de coca, laboratorios y puertos de exportación.
El grupo suele tener almacenadas en esta zona entre 40 y 45 toneladas de cocaína procesada, lo que equivale a cerca de dos meses de exportaciones, según un miembro del Clan del Golfo, que se identificó como Raúl y pidió no ser identificado por razones legales y de seguridad.
“Siempre se ha tenido una reserva. Es una cadena muy organizada. Es la forma de controlarlo todo, sobre todo el precio. Esto se encaleta (alija) en playas como Tarena [cerca de la frontera con Panamá], en fincas bananeras, en la selva. Las caletas están regadas por todos lados”, dijo Raúl.
Un informe de inteligencia de la Armada de Colombia de abril, obtenido por OCCRP, también concluyó que es probable que los cárteles estén exportando cocaína que fue acopiada antes de la crisis de la COVID-19.
La Armada también descubrió que los productores de cocaína se han adaptado fácilmente a los retos que plantea el traslado de su producto. Estados Unidos, es su principal cliente.
Tradicionalmente, los traficantes han usado lanchas rápidas (go-fast), así como buques pesqueros y submarinos para llevar su mercancía al norte. Con la cuarentena, estos métodos se volvieron más difíciles de usar, principalmente por razones logísticas. Ahora, los narcotraficantes están volviendo a usar rutas más antiguas y lentas, a menudo divididas en numerosas etapas.
Con base a los testimonios de varias fuentes en el norte de Colombia, entre ellas Raúl y un cocalero, OCCRP logró trazar seis rutas nuevas o que fueron reactivadas y que se cree que son usadas actualmente por los traficantes. Entre ellas figuran rutas hacia Panamá a través de zonas indígenas.
Algunos miembros de la etnia Kuna llevan la droga por tierra, mientras que otros hacen cortos recorridos en embarcaciones pequeñas siguiendo la costa. En el Tapón del Darién, una espesa jungla en la frontera entre Colombia y Panamá, la cocaína es cargada a lomo, en caravanas de hasta 20 personas con morrales.
Las exportaciones a otro de los grandes mercados mundiales, Europa, ha sufrido aún menos cambios. A diferencia del comercio con Estados Unidos, la cocaína que viaja al Viejo Continente suele moverse en cargas aéreas y marítimas legales, sobre todo camuflada entre productos frescos como flores y frutas. Estas últimas, como los artículos alimenticios en general, han circulado sin mayores barreras durante la pandemia. Lo cual ha ayudado, de manera involuntaria, a seguir nutriendo la adicción europea a la cocaína, un negocio ilegal de cerca de 9.100 millones de euros anuales.
La industria bananera de Colombia, por ejemplo, quedó exenta de las medidas de cuarentena, lo que ha facilitado que la cocaína siga fluyendo a través de la cadena de suministro de las plantaciones. “Autoridad o seguridad que se meta con esta ruta, figura (es asesinado)”, señaló Rául, miembro del Clan del Golfo. Añadió que las personas que reciben pagos para facilitar el paso de las drogas, tienen un incentivo para que siga el tráfico.
“Todos comen”, dijo.
La tercera gran ruta de exportación de Sudamérica - en la que la cocaína de Colombia, Perú y Bolivia llega por tierra al puerto brasileño de Santos para luego atravesar el Atlántico - sigue funcionando, destacó Lincoln Gakyia, fiscal del estado de São Paulo a cargo de la lucha contra el crimen organizado.
El principal grupo criminal en Santos, el Primer Comando da Capital (PCC), logró mantener parte de sus proveedores, aunque aún no es claro cuánto tiempo podrán aguantar sus reservas, dijo Gakyia.
En México, los cárteles que controlan el tráfico hacia Estados Unidos han prosperado bajo el confinamiento. Las incautaciones en la frontera aumentaron más del 12 por ciento entre las semanas anteriores y posteriores a que se declarara la emergencia sanitaria, según cifras de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos.
Los narcotraficantes han dejado el “método tradicional de mandar con frecuencia pequeños cargamentos a través de la frontera suroeste, para hacer envíos menos frecuentes, pero más grandes”, contestó la DEA (Drug Enforcement Agency) estadounidense en un cuestionario, agregando que no está claro si eso es un resultado del coronavirus o de otro factor.
Para algunos cárteles mexicanos, la crisis ha sido una oportunidad para lanzar campañas de relaciones públicas. Personas cercanas a estos grupos, como la hija de Joaquín El Chapo Guzmán, el capo de Sinaloa, se han mostrado en público distribuyendo alimentos y artículos esenciales a los pobres.
Mientras tanto, la violencia de las drogas en el país no para, cobrándose un promedio de 80 vidas diarias.
“Le podrán dar despensas a los amigos de la mamá del Chapo, pero esa caridad no resuelve el problema. Lo hacen para que la gente los vea con simpatía, pero no porque quieran o se preocupen por el bienestar del país”, advirtió Guillermo Valdés, exdirector de inteligencia de México.
Incautaciones récord
En Europa, la pandemia se ha traducido en un aumento de grandes decomisos en puertos y ha acelerado la creciente importancia de España como punto de entrada de la droga en el Viejo Continente. A pesar de la gran cantidad de incautaciones, para los narcotraficantes europeos no hay interrupciones mayores en el suministro de cocaína.
En marzo y abril, cayeron más de 14 toneladas de cocaína en España, en cargamentos que intentaban ser introducidos en el país. Es una cifra seis veces mayor si se compara con el mismo período del año anterior, dijo Manuel Montesinos, subdirector de Operaciones de Vigilancia Aduanera de la Agencia Tributaria.
"Estamos muy sorprendidos por el ritmo frenético", explicó Montesinos. "Casi todos los días recibimos alertas de detecciones de operaciones sospechosas".
En uno de los casos, las autoridades españolas interceptaron cuatro toneladas de cocaína en un barco en pleno océano Atlántico. El Karar, de pabellón togolés, es un buque de aprovisionamiento logístico, diseñado para prestar servicios a plataformas petroleras off-shore. Pero no es apto para navegar en alta mar. Sin embargo, la embarcación zarpó de la frontera entre Colombia y Venezuela y atravesó el Atlántico hasta las costas de Galicia, con 15 personas a bordo.
En España se han incautado por lo menos siete cargamentos más superiores a 100 kilos. Cuatro de ellos eran de más de una tonelada.
Ramón Santolaria, jefe del Grupo VI de Estupefacientes del Cuerpo Nacional de Policía en Cataluña, dijo que es posible que los narcotraficantes hayan asumido erróneamente que la pandemia redujo la vigilancia policial en los puertos.
Los cárteles "tienen que seguir exportando", explicó Santolaria. "Son como una empresa. No pueden almacenar todo en sus países, ya que sería muy arriesgado".
Mientras que los puertos españoles viven un boom de envíos de droga, Italia parece haber desaparecido como punto de desembarco, a pesar de que es el hogar de los grupos mafiosos que dominan el comercio de cocaína en Europa.
Las incautaciones bajaron un 80 por ciento en los meses de marzo y abril en comparación con las del mismo periodo en 2019, indicó Riccardo Sciuto, director de la Direzione Centrale per I Servizi Antidroga (DCSA), la agencia antidroga italiana. Dijo que la cocaína que alimenta el mercado local ahora llega por carretera desde el resto del continente.
"Italia no ha recibido mucho, casi nada, a través de los puertos o aeropuertos y eso es porque durante la cuarentena los hemos controlado mucho", dijo Marco Sorrentino, jefe del departamento antimafia de la Guardia di Finanza, la policía financiera.
Los grupos criminales italianos trasladaron sus operaciones a España, que por mucho tiempo han considerado una "colonia", según Sorrentino.
"Así, las mafias italianas y sus socios enviaban cocaína principalmente a Algeciras o a Barcelona, y desde allí la trasladaban sobre ruedas al resto de Europa y a Italia", indicó. "Para camuflarla, usaban camiones llenos de frutas frescas o también de harina de soja", semejante a la cocaína.
En los grandes puertos del norte de Europa como Rotterdam (Países Bajos) y Amberes (Bélgica), los cargamentos siguen llegando como si nada, disimulados en contenedores con productos legales, afirman las autoridades.
"No nos hagamos ilusiones, los delincuentes seguirán adelante sin piedad", dijo Fred Westerbeke, el jefe de la policía de Rotterdam.
"Vemos aún más actividad en el puerto. En las últimas semanas hemos arrestado muchos receptores [de envíos de droga]. Son personas que vacían los contenedores de droga antes de que los encontremos", advirtió, y añadió que desde que empezó la cuarentena han hecho más de 40 arrestos por ese motivo.
Tal vez por el aumento de las incautaciones, el precio callejero de la cocaína aumentó de 20 a 30 en comparación al año pasado, indica Sciuto de la agencia antidrogas italiana. Hace un año, los grupos criminales europeos pagaban entre 25.000 y 27.000 euros por kilo de cocaína, ahora alcanza de 35.000 a 37.000 euros, dijo. Indicó que en España la policía notó la misma tendencia inflacionaria.
Domicilios y Dark Web
En la calle, las medidas de confinamiento han hecho estragos en la venta de cocaína, pero tampoco han logrado parar el negocio. Y, al menos en algunos casos, los traficantes encontraron maneras de adaptarse que les abren líneas de alta rentabilidad, pues se aprovechan de la desesperación de los consumidores encerrados, indicó Sorentino, de la Guardia di Finanza de Italia.
"Aunque no les falta mercancía, han subido un poco los precios y la están ‘cortando’ más", dijo Sorrentino, refiriéndose al proceso de rebajar la calidad de la cocaína pura con sustancias más baratas.
En Roma, algunos vendedores y consumidores, señalaron que les costó varias semanas hasta encontrar nuevos métodos de distribución, pues las estrictas medidas de aislamiento suponían un riesgo demasiado alto para el comercio habitual.
¿La solución? Camuflar la droga en envíos de comida a domicilio o se entrega a través de servicios de mensajería, que tienen permisos especiales para circular en este periodo. Algunos vendedores también se ocultan en las colas que se forman frente a los supermercados por las medidas de distanciamiento social. Estas, hasta principios de mayo, eran de las pocas reuniones públicas autorizadas en Italia.
Las restricciones por la emergencia sanitaria también aumentaron el comercio electrónico en la Dark Web, esa zona de internet que es invisible para los motores de búsqueda y sólo es accesible a través de un programa especial que oculta la identidad de los usuarios.
"Hemos visto un aumento del uso de la Dark Web también en Italia, y hay ahora ‘coronasaldos’ - descuentos por la pandemia de la COVID-19-", destacó Sorrentino. Agregó que hay ofertas especiales sobre grandes cantidades, lo que indica que se dirigen a vendedores al por mayor y no a particulares.
Pero en la Dark Web también hay espacio para los consumidores.
La publicidad de la "cocaína colombiana" ha aumentado, así como la cantidad de vendedores en plazas de mercado virtual. Ahí ofrecen un gramo de 80 por ciento de pureza por 80 dólares. En la calle, los precios son similares, pero la calidad tiende a ser mucho más baja.
Muchos clientes parecían satisfechos. Uno de ellos comentó: "Excelente servicio en tiempos difíciles".
En los principales mercados clandestinos de la Dark Web las ventas han aumentado cerca de un 30 por ciento desde que se impusieron medidas de aislamiento obligatorio en buena parte del mundo, afirmó Giovanni Reccia, jefe de la Unidad Especial para la Prevención de Crímenes en Línea de la Guardia di Finanza de Italia. Añadió que los principales vendedores están en los Países Bajos, Alemania y el Reino Unido.
Al igual que antes de la pandemia, la cocaína representa el 15 por ciento de todas las ventas de drogas en la Dark Web, por detrás de la marihuana, que acapara un cuarto del mercado de drogas ilegales en línea.
Según Sorrentino, de la Guardia di Finanza, lo que puede pasar con la situación actual es que los grupos del crimen organizado salgan de la crisis con mucho dinero, en medio de una situación económica donde todos los demás están en dificultades.
"Los ciudadanos que están necesitados y no tienen acceso a un préstamo bancario serán víctimas de los usureros", dijo. "Pero lo que más nos preocupa es que las empresas lícitas en situación de necesidad pueden ser abordadas por organizaciones mafiosas que les propondrán convertirse en accionistas minoritarios".
"Y cuando esto pasa acaban por apoderarse de toda la empresa", advirtió Sorrentino.
Con información de Koen Voskuil, Raffaele Angius, Lilia Saúl Rodríguez, Bibiana Ramírez, Juan Diego Restrepo E. y Luis Adorno.
Esta historia se realizó en colaboración con el periódico Algemeen Dagblad en los Países Bajos y el portal VerdadAbierta.com en Colombia.